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† Novia Moribunda †

literatura

"El decir de amor", por Francisco Arias

"¿Qué es poesía?, dices, mientras, clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú."


Gustavo Adolfo Bécquer.

LA VISIÓN MÁS CLARA DE LA POESÍA

La definición de Dante: "poesía: decir de amor", pudo invertir su relación al cambiar sus términos diciendo: "amor, decir de poesía" y aún ir más allá hasta definir la poesía como amor al decir: como en el gongorino: "quiere amor en su fatiga / que se sienta y no se diga; / pero a mí más me contenta / que se diga y no se sienta".

De todas las formas de expresión amorosa que conoce el hombre, quizá ninguna sea tan adecuada como la poesía para dar forma tangible a este sentimiento que aproxima lo humano a lo divino, que transforma la esencia de las mismas cosas y que es, en suma, fuerza y motor de todo lo grande que ha hecho el hombre desde su creación.

Acaso sea una redundancia la expresión poesía amorosa porque si bien se mira, la poesía es siempre un acto de amor. Tanto ha significado el amor en la poesía, que a menudo amar y escribir versos ha sido todo uno. La poesía amorosa es mucho más que la poesía de tema de amor. Lo primero es algo sustancial y se alía a la obra de los más grandes poetas de todos los tiempos. Lo segundo puede ser cortical, puede no exceder los breves límites de una anécdota.

Ante la pregunta ¿qué es poesía?, Bécquer respondió con claridad meridiana. También Lope de Vega lo sabía muy bien cuando ponía el broche de oro a un soneto dedicado a Lupercio Leonardo de Argensola: "Que no escriba decís o que no viva? / Haced vos con mi amor que yo no sienta, / que yo haré con mi pluma que no escriba". Y también "el más alto poeta de amor de la literatura española", Quevedo, nos dejó el famosísimo soneto del estremecedor final: "Su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado".

¿Cuándo nace el amor en la poesía castellana? Es difícil fijar una fecha ya que el amor va ligado siempre al primer poema. En el 1140 aproximadamente, nace "El cantar del Mio Cid", fruto y expresión del sentir de un pueblo. Mio Cid se despide de su esposa antes de partir para el destierro: "El Cid a doña Ximena-ívala a abraçar; / doña Ximena al Cid-la manol va besar". El Arcipreste de Hita, nos habla del "buen amor", en contraposición del "loco amor del mundo que usan algunos para pecar". Y el marqués de Santillana escribirá: "vencido del sueño / por tierra fragosa / perdí la carrera, / do vi la vaquera / de la Finojosa".

En la persona de Garcilaso se unen los ideales renacentistas del amor. Las nuevas formas y las nuevas actitudes del Renacimiento propician una Edad de Oro en la lírica amorosa. Garcilaso cuando canta al amor, no canta a su esposa, no canta tampoco a la buena moza aldeana; sus palabras son para el amor ideal, para la amante que no existe, para esa eterna musa que siempre se busca y nunca se encuentra. Y como nos dejó dicho: "baste que tus perfectas / obras y fermosuras a los poetas / den inmortal materia".

Pasa el tiempo, y Cervantes se pregunta: "¿Quién causa este dolor? / ¡Amor!" Años más tarde, con el romanticismo, el amor descubre un nuevo camino: el placer del dolor, el canto por el perdido ser amado, el amor que huye. Parece como si todos nuestros poetas románticos, encontraran solo satisfacción en herir su corazón. Cadalso, intenta desenterrar a su amada a la que recita largas poesías junto a su tumba. Espronceda, canta a Teresa una vez muerta: "Yo he amado" -le dice- dándonos a entender con ello que con Teresa, ha muerto también el amor. En nuestro romanticismo parece como si solo con la muerte se despertaran los sentimientos y cantara el corazón. En el Don Juan Tenorio, de Zorrilla, Don Juan grita: "¡Doña Inés! Sombra querida / alma de mi corazón, / ¡no me quites la razón / si me has de dejar la vida!". Bécquer, se eleva aún más, y cuando cae en el desengaño, grita: "¡Qué felices son los muertos!".

Con la revolución modernista del gran Darío, aquel que ayer no más decía, "los suspiros se escapan de su boca de fresa", la lírica amorosa vuelve a situarse en el centro de atención de los poetas. Juan Ramón Jiménez desnuda su poesía buscando la pureza y nos dirá: "¡Eres eterno, amor, / como la primavera!" Antonio Machado nos dijo: "¿Qué es amor? me preguntaba / una niña. Contesté: / Verte una vez y pensar / haber visto otra vez". César Vallejo por un camino estrictamente personal clamaba por la proximidad y escribía: "Amor, no te quiero cuando estás distante".

Algunos poemarios de la generación del 27 son cumbres señeras de la poesía amorosa. García Lorca cantaba: "Por las orillas del río / se está la noche mojando / y en los pechos de Lolita / se mueren de amor los ramos". Emilio Prados confesaba: "¡Qué flor de luz nuestro abrazo / brillando en el cielo abierto! / ¡Qué doble espejo en el mundo / mi carne entre tus recuerdos!" Rafael Alberti, en su exilio, llamaba a su amor: "Ven, amor mío, ven, en esta noche / sola y triste de Italia. Son tus hombros / fuertes y bellos los que necesito". Y Manuel Altolaguirre susurraba a su amada: "Nuestro amor silencioso / y oscuro nos eleva / a las eternas noches". El incomparable Neruda llenó varios capítulos con los Veinte poemas de amor, los Versos del capitán y los Cien sonetos de amor, aunque nos dejó dicho: "Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido". Octavio Paz nos comentaba: "El mundo cambia / si dos se miran y se reconocen / amar es desnudarse de los nombres". Miguel Hernández, en una canción tan bella como patética, escribió: "Llegó con tres heridas: / la del amor / la de la muerte / y la de la vida". El amor, tema eterno e inmutable, sigue presente en la poesía actual. Y es que como dijo el poeta sevillano Luis Cernuda: "No es el amor quien muere / somos nosotros mismos".

Monovocálicos. Primero.

Monovocálicos. Primero. Habrá tal alma para acallar la llama cantada. La amada ama cantar al alba, mas la llama la amada al alba apagará.

Novia Moribunda

"El temps"

"El temps" Descriu un cercle eternament igual,
el temps, segons el seu antic costum,
pel seu camí, que és sord i cec;
la criatura humana, refiada,
espera sempre del següent moment
una imprevista, estranya, nova sort;
el sol passa i torna a aparèixer,
ve la lluna i tomba la nit,
les hores fan transcórrer les setmanes,
i les setmanes les estacions,
mai des de fora no es renova res,
en tu portes el temps canviat,
en tu només la sort i l'aventura.

Ludwig Tieck